Antes de llegar el alba,
se despierta con la sábana mojada, no comprende que ha pasado y se asusta;
cierra los ojos, quiere volver a dormir; todavía es de madrugada y aún las
luces están apagadas, piensa que a esta hora no es bueno caminar ya que abundan
los fantasmas. La habitación parece un enorme monstruo ante su cuerpo
indefenso.
- ¡Papá! ¡Mamá!
¿Dónde están? ¿Dónde están…?
Se escuchaba
repetitivamente como un susurro desesperado pero tierno que se difuminaba a
través del crujir de las puertas y el viento cuando atravesaba las ventanas, entre
el aullido grave de los gatos que
rondaban por los alrededores de su casa, ruidos que eran como voces de la noche
que mencionaban su nombre y que al llegar a sus ojos se trasformaban en
lágrimas.
Tomó su sábana, permanecía mojada, se cubrió de pies a cabeza, pero esta vez no para
disfrazarse como lo había hecho en otras ocasiones, ahora, ese mismo lienzo le
serviría como fuerte de grandes murallas contra los espectros que la
atemorizaban.
Dentro de su gran
fortaleza imaginaria, unió sus manos en lo que parecía ser un flechazo al
cielo, cerró sus pequeños ojos y con los dedos entrelazados dijo:” Diosito,
cuídame de los fantasmas, protege a mami porque mi papá debe estar durmiendo y
no podrá luchar contra ellos, ayuda también a mi hermanito, que todavía es
pequeño y no lo han enseñado a rezar.”
Entonces, separó
los dedos lentamente, quitó la sábana de su cuerpo y acariciada por una suave
brisa abrió sus ojos, y ante si, el sol se mostró resplandeciente por su
ventana rodeado de luz, como un gran caballero que hizo desaparecer al más
mínimo espíritu y que trajo consigo un coro de aves para que la arrullaran. Al
sentirse tan segura, Morfeo la tomó en sus brazos y ella pudo dormir en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario