viernes, 19 de octubre de 2018

Que suelten a Barrabás

Mientras estudiaba en el colegio San Pio X, ese de padres carmelitas puesto en el centro de Ciudad Nueva con una hermosa vista al viejo e histórico cementerio de la Av. Independencia, Shire cantaba en la capilla del colegio, ese mismo de los Casandra, no con Víctor, pero si con Alfio en el piano. Todo sonaba al compás de “nuestras voces”, en ese entonces muchachos, recitando cantos que todavía pudiere repetir al pie de la letra.

La semana terminaba y los domingos eran de catequesis, misas, grupos juveniles y vida en la Iglesia con mi abuela, quien como la abuela de Tony, jugaba su quiniela.

Al mismo tiempo, en la misma época, mi madre se desempeñaba como actriz, y mi hermanita, los hijos de Servio, quienes son también mis hermanos y yo, crecimos jugando sobre las tablas de Bella Artes y compartiendo en lo que ha sido la mejor escuela de diversidad, pluralidad, tolerancia y aceptación que algún lugar pudo enseñarme en la vida ¡coño! Cuanta gente distinta; cristianos, ateos, agnósticos, budistas, gays, lesbianas, izquierdistas, amantes de la derecha, conservadores y totalmente liberales ¡allá había de todo! y nunca, con la percepción de un pequeño formándose, vi ninguno discriminarse en base a sus creencias o posición, porque el arte es eso y se sobrepone a quienes somos, no hay frase más cierta que “por amor al arte”.

Esas influencias hicieron de mi mente un conjunto de posiciones yuxtapuestas, entendiendo muy temprano que la religión más bella es la tolerancia dentro del marco de respeto de cada individuo.

Al sol de hoy el país se levantó dividido en dos bandos, los pro lectura de la biblia y los que no apoyan esta iniciativa, cada grupo lanzando ataques feroces a los que consideran sus contrincantes, y nuestros legisladores, nada tontos cuando se trata de conseguir “voticos”, se han montado en las “guaguas” que consideran más conveniente, pero ¿a quién han consultado para estas cosas? porque al menos a mí, que resido en el Distrito Nacional, la que alzó la voz, las dos que solo dan cajitas y “ayudas económicas”, el tipo del botón de pánico y el que sueña con la presidencia, quienes supuestamente son mis representantes, no me han dado, ni a ninguno de los trescientos mil que residimos en su circunscripción, la oportunidad de elegir que queremos, pero cierto, se me olvidaba que nuestra voz solo cuenta cada cuatro años.

Cuando asuntos como este tocan las fibras sentimentales de los ciudadanos, se debe despersonalizar el debate, descargar de criterios personales el discurso y dejar sobre el pueblo la decisión a tomar, aunque para algunos esto signifique sacrificarse.  


Somos nosotros, quienes al final tenemos que decidir si soltamos o no a Barrabás. 


1 comentario:

  1. Que interesante.... siempre he admirado la elocuencia con la que escribes. Me llevas a cuestionarme, que hubiese pasado si en lugar de soltar a Barrabás, hubiesen soltado a Jesús. Como cambiaría la historia, no?

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