domingo, 2 de diciembre de 2018

Amar la Política 1

Creo que la visita a palacio le dejó secuelas a Enrique, esta mañana me dijo “papi, soñé que eras presidente y mandabas todo el mundo y a los comando” 

De pequeño y hasta la adolescencia yo soñaba con ser “una estrella de la NBA”. Era tanto el afán que Penny Hardway, Shaq, Grant Hill y Kobe llenaban las contraportadas de mis mascotas, ahí llevaba estadísticas, puntajes, anotaciones de lesiones, nada que envidiar a un analista de ESPN de aquel entonces (los 90’). 

Jugué baloncesto como hasta los 13 o 14 años. Logrando ser líder en rebotes un par de ocasiones en la liga infantil con “Uva” y mi tío Freddy en Los Mina, lugar que visitaba cada fin de semana e hizo de Mil Flores y Los 3 Brazos un 2do hogar para mi, ya que ahí vivían mi amada abuelita “mamá Julia” [E.P.D], mi bella “tía Grecia” y mi otra madre “tía Zela”. 

Con el correr de los años y los pantalones largos, tal cual Cortez, me llegó la adolescencia, así que cambié el “basket” por skateboard, surf y rock, ahora pedrito andaba Greñú, con unos baggies y en pantuflas entre Gazcue, La Zona y Ciudad Nueva, pero, aunque pudiere verse como antítesis de mi rebeldía, empecé a amar la política, la forma en que opera la obtención de poder, lo que se puede lograr y como cada gran cambio que ha sufrido la humanidad ha tenido entre sus venas la política.

Alternado a los ensayos de  -DRONK- (una banda de rock que formamos Nelson, juvol, Barcelocito y yo cuando arrancaban los 2000) iba a cualquier actividad política que me invitaran y de hecho, a pocos días de entrar a la universidad, me seducía la idea de estudiar ciencias políticas, pero, mi mente limitada por la inmadurez propia de la juventud y, aunque puedo afirmar que mis padres dejaron el forro para que nunca sintiera que en casa no contábamos con recursos para antojos, el “que va a buscar un pobre dizque estudiando política” ponía esta vez la bota sobre mis sueños. 

Tras una larga batalla, entre el artista, el soñador y el realista terminé tomando un aquella prueba que dan para saber que estudiar y salió que tenía aptitudes para la Filosofía y Ciencias políticas ¡vea usted que dilema! Si en mi joven mente no cabía de que vive un politólogo, como comprender ¿de qué carajos vive un filósofo?  

Pero, en el trayecto a mi decisión conocí el derecho y con pasión fui descubriendo la versatilidad que me daba la carrera, y como de este matrimonio arreglado entre la abogacía y yo nació el amor. Enamorado de todo lo que me ofrecía, veía filosofía en la doctrina, política en la elaboración y aplicación de las leyes, arte al deponer en estrado;  hasta el punto que hoy, siendo adulto, sigo llevando la política de manos con el derecho, que como el Cubalibre, a pesar de dormir en camas separadas, al verlas mezcladas, dan la sensación de siempre estuvieron destinadas a andar juntas.

Así que abracé a Enrique y me dije: “no es tan descabellado su sueño” ¿verdad?