lunes, 17 de febrero de 2014

Caballero sol


   Antes de llegar el alba, se despierta con la sábana mojada, no comprende que ha pasado y se asusta; cierra los ojos, quiere volver a dormir; todavía es de madrugada y aún las luces están apagadas, piensa que a esta hora no es bueno caminar ya que abundan los fantasmas. La habitación parece un enorme monstruo ante su cuerpo indefenso. 

- ¡Papá! ¡Mamá! ¿Dónde están? ¿Dónde están…? 
Se escuchaba repetitivamente como un susurro desesperado pero tierno que se difuminaba a través del crujir de las puertas y el viento cuando atravesaba las ventanas, entre  el aullido grave de los gatos que rondaban por los alrededores de su casa, ruidos que eran como voces de la noche que mencionaban su nombre y que al llegar a sus ojos se trasformaban en lágrimas.

Tomó su sábana, permanecía mojada, se cubrió de pies a cabeza, pero esta vez no para disfrazarse como lo había hecho en otras ocasiones, ahora, ese mismo lienzo le serviría como fuerte de grandes murallas contra los espectros que la atemorizaban. 

Dentro de su gran fortaleza imaginaria, unió sus manos en lo que parecía ser un flechazo al cielo, cerró sus pequeños ojos y con los dedos entrelazados dijo:” Diosito, cuídame de los fantasmas, protege a mami porque mi papá debe estar durmiendo y no podrá luchar contra ellos, ayuda también a mi hermanito, que todavía es pequeño y no lo han enseñado a rezar.” 

Entonces, separó los dedos lentamente, quitó la sábana de su cuerpo y acariciada por una suave brisa abrió sus ojos, y ante si, el sol se mostró resplandeciente por su ventana rodeado de luz, como un gran caballero que hizo desaparecer al más mínimo espíritu y que trajo consigo un coro de aves para que la arrullaran. Al sentirse tan segura, Morfeo la tomó en sus brazos y ella pudo dormir en paz.

viernes, 7 de febrero de 2014

"Teníamos sed" (parte 2 Ult.)

…Mi pie en el acelerador, una de mis manos tocaba sus piernas al tiempo que la punta de tres de mis dedos permanecían ocultas bajo la falda del vestido. El aire cargado del olor característico de los  cuerpos excitados, se confundía mezclado entre tabaco y alcohol, atmosfera que respiré con la pausa de cada beso.

Danzando junto al kilometraje del vehículo nos íbamos sintiendo desinhibidos, ya sabíamos a lo que íbamos, el neón en la carretera acabo con el suspenso, era solo cuestión de tiempo, que esos dos cuerpos separados por los asientos se fundieran en uno solo.

Bañados en un frio sudor, un concierto de gemidos era el soundtrack de nuestros no perfectos cuerpos que se proyectaban en los espejos, nos olvidamos del razonamiento, junto a la ropa dejamos los sentimientos, tan solo el instinto dominaba los cuerpos, al final, nadie dijo un te quiero…

De vuelta al vehículo, lo que antes fue lujuria se convirtió en un silencio sepulcral, el bajo volumen de la radio parecía dibujar notas musicales sobre las bocanadas de humo que salían de mi boca, ya a ella no le importaba que besara el cigarro y no sus labios, todo había terminado.


Al final, llegué a mi casa igual de sediento, entre twitter, blogs y reality shows, tan solo tenía el cuerpo satisfecho, pero, por dentro, moría  extrañando el dulce sabor de un te quiero…




Teníamos sed (parte 1)


   En el momento que las estrellas decidieron aparecer,
 no pedí ningún deseo, el techo de concreto no me permite ver el cielo. 
Dejé morir varias horas entre twitter, blogs talk y reality shows. 
Aquel  día, parecía ser uno como cualquier otro.

El ringtone del celular eclipsó mi tranquilidad y el nombre plasmado
en la pantalla sugería que debía pararme de la cama. Inicié el rito de
la vestimenta sin mucho rigor, un poco de perfume tal vez para engañar
a los sentidos...
   
 En otro lugar estaba ella, vestida de color rojo llevaba la piel
cubierta, una señal de pare para su corazón, pero incitando a que esa
noche alguien separara sus piernas.

La calle, mientras tanto, se adornaba de luces, alcohol, música, la
que vende sexo, el que lo compra, el que limpia vidrios, el que
consume drogas, el que se cree macho, el gay, la lesbiana; y yo;
acompañando cada conversación de un vaso foam, luchando por
protagonismo en una ciudad vestida de Lacoste y Channel, con gelatina
en el pelo y la idea de conquista pintada en la sien.

Ella por su lado, en el asiento trasero de un vehículo, perdía la
mirada sobre el cristal de la ventana, sus amigas hablaban, todavía la
marca del anillo conservaba, como cicatriz de una promesa olvidada.

Yo pedía cigarrillos, ella lo que trajera el destino, bastaron un par de miradas 
y pocas palabras, para seguir el  camino, a un orgasmo de sexo furtivo.

Continuará....


jueves, 6 de febrero de 2014

ser abogado o ser humano

El día de hoy conversando con una compañera de colegio me dio curiosidad de saber que la llevó a convertirse en doctora. Entre varias cosas me dijo que era sensible al sufrimiento humano y que le gusta ayudar. Encontré en su respuesta lo que tiene que ser la piedra angular de casi toda profesión, sobretodo la medicina. Pero bien, ya que estoy en esos menesteres ¿Por qué soy abogado?

Cuando tomé el examen de aptitud vocacional para entrar a la universidad me salió que mi vocación era una carrera investigativa, haciendo énfasis en la filosofía. Salí del lugar y al mirarme en el espejo retrovisor del vehículo de mi madre me dije: ¿de verdad, filósofo?  Mi idea de un filósofo para ese entonces, con algunos 20 años de edad, era una persona que “hablaba mucho y no aterrizaba” y por si fuera poco, no conocía a ninguno rico, así que en un análisis rápido que un simio no tendría nada que envidiar, un amor de juventud, quien estudiaba derecho también; james bond, por eso de que se ve bien en traje, además el hecho de que me gusta hablar y escribir, me dije: “¡eso es! ¡Debo ser abogado!”

En la actualidad, cuando el derecho es quien paga mis cuentas y luego que mi amiga doctora me hablara de su vocación humana, leí un artículo de la muy mencionada sentencia del tribunal constitucional sobre los nacionales haitianos, haciendo nacer en mí la disyuntiva entre el ser humano y el abogado.

Como abogado, apoyo y respeto la decisión, al punto de asegurar que si en el futuro me toca ocupar una posición que de mi dependa la ejecución de la mencionada sentencia, nadie podrá dudar que lo haría sin que me tiemble el pulso, pero, si en ese mismo escenario hipotético, mi hijo decide encabezar una protesta en contra de la misma; al llegar a la casa lo abrazaría con el mejor de mis abrazos y lo miraría con el pecho lleno de orgullo, porque a este mundo no le hacen falta más abogados, sino, más seres humanos.

miércoles, 5 de febrero de 2014

De Philip Seymour Hoffman al éxito y felicidad

"trabaja en corbata, pero vive tus sueños en pantalones cortos"



El inicio de la semana nos llegó con la muerte del actor Philip Seymour Hoffman, y como ya se acabó “la pelota”, generó un tema de conversación entre el café matutino de oficina y ese pequeño espacio de tiempo robado, en el cual deberíamos de estar haciendo las labores para las cuales fuimos contratados. Al terminar, el tema nos llevó a dejar por sentado que tanto para el éxito como para el fracaso, se tiene que estar igual de preparado, asunto sobre el que no creo que sea necesario abundar.  
Ahora bien, en el transcurso del día, entre un documento y otro, pensé que no necesariamente por ser exitosos tenemos que ser felices y hasta que tanto estamos dispuestos a sacrificar para recibir reconocimiento y tal vez, por vía de consecuencia, engrosar nuestras cuentas de banco, dos aspectos sociales que funcionan como “termómetros” de cuan exitosa sea una persona. Hice un ejercicio mental y me tomé como sujeto de investigación.
Hace algunos 13 años terminé el bachillerato, me encontraba en ese limbo existencial que cualquiera, con mis poco vividos 17 puede tener, viviendo mis sueños de estrella de rock, con pocos días de haber perdido mi virginidad, de encender mi primer cigarrillo y tatuada en mi cabeza esa sensación de “¿ahora qué?”.
Sobre esas premisas hice lo que me hacía sentir feliz, seguí con “el grupito de rock”, estudié producción de televisión, locución y radio, paralelo a llevar mi vida bohemia de tragos en azoteas y caminatas por la zona colonial.  Lo interesante de esto, es que no tenía trabajo estable, las mujeres me dejaban por vago, no tenía dinero siquiera para pagarme el pasaje de ir a una entrevista de trabajo y aún así, no recuerdo haber caído en una gran depresión.
El tiempo pasó, dejé el grupo de rock, estudié una carrera universitaria, me recorte, conseguí un buen trabajo, de los bancos ya me ofrecían tarjeta de crédito y préstamos, me sabía las canciones y grupos de moda, pero ¿les confieso algo? En esa etapa pasé la peor depresión de mi vida, tuve una baja que de no ser por el amor de mis padres y mi hermana hoy no estaría contando esto, no le veía sentido a nada de eso, el vehículo no me hacía sentir tan feliz como una conversación en una azotea, pasar la tarjeta no me daba la misma satisfacción que escribir una canción.
Entonces, llegué a la conclusión de que la felicidad en relación al éxito no está en que cosas lograste, sino que en el trayecto no hayas olvidado ser ese quien te hace ser feliz, que si en el camino tienes que disfrazarte de algo que no eres para llegar a la cima, escápate de vez en cuando y búscate, ponte una fecha de retiro cuando todavía tengas energías para disfrutar, y recuerda “que puedes trabajar en corbata, pero no olvides vivir tus sueños en pantalones cortos”